
Estudios de sociología, cultura y actualidad de universidades de todo el mundo han investigado una anécdota casual que se transforma en un negocio para los abogados y más ineptos en ascenso. (…) El binomio sexo y trabajo… en un estudio…Todos los entrevistados dijeron que comenzaron a seducir a un/a compañero/a "como un juego", para ganar su confianza y conseguir lo que querían. (…estadísticas de otros países…) La mayoría prefiere mantenerlo en secreto. Aunque este secreto incomoda especialmente a ellas. El juego termina con un ascenso para ellas y un divorcio para ellos ¿Qué tal?
Todos se embanderan en la condición genética de la infidelidad, factores hormonales, y hasta involucran a Darwin para justificar dichos comportamientos. Echan mano a cualquier teoría que avale la mentira como base de operaciones y el descrédito del amor como fullería, cosa del pasado, o científicamente improbable. Los Psicólogos observaron que los que se acuestan con sus compañeros/as de trabajo se amparan en el “todo el mundo lo hace” para convencer a todos de que es saludable hacerlo y que no hay nada malo en ello. Los que no, han de ser tímidos, traumados o reprimidos. Por su parte advierten que: con el mismo criterio podríamos justificar la corrupción, ya que “todo el mundo lo hace”. Domina la cultura de la hipocresía, las morales acomodadas y los colages de “descubrimientos” científicos. De no ser así, reflexionan Rich Morgan y Otto Breiner ¿de dónde extraerían las exuberantes rentas, de lo contrario, quienes venden pornografía, hoteles alojamientos, empresas de acompañantes, tratantes de adolescentes y niños? La idea parece ser generar teorías que promuevan y retengan consumidores. En el plano de lo social, convertir al trabajo en un terreno del vale todo y el uso del sexo como herramienta, o mejor, mercancía de ascenso y no de realización humana.
Una editorial de Argentina realizó una encuesta vía mail a más de 1500 hombres y mujeres de entre 18 y 50 años y confirmó la hipótesis: Nueve de cada diez reconocieron haber tenido sexo con compañeros de trabajo. Entre los 18 y 30 eran mujeres y los destinatarios eran sus jefes, supervisores, docentes o instructores. La totalidad de los entrevistados admitió tácticas comunes: las excusas de trabajos interminables, informes, viajes y amistad.
Aunque no sea obligatorio acatar lo que se acostumbra, los romances en el trabajo son parte de la vida cotidiana. Rich Morgan y Otto Breiner señalan que hay un furor entre quienes quieren sortear sin esperas y frustraciones la carrera de ascensos y buscan un atajo sexual. Las mujeres llevan la cabecera y sus víctimas son los hombres ya acomodados, con posibilidades o económicas o de promoción de carreras y títulos entre los 35 y 55 años. Claro que hay diferencias entre las mujeres más acomodadas, que según este mismo estudio, sólo se involucran con hombres jóvenes que además de buen aspecto representan una ganancia sustancial respecto de las parejas que tenían. No así en el caso de los hombres que por lo general aceptan cualquier oferta por ganar prestigio.
La mayoría de las veces el affaire comienza con una simpática e informal comunicación entre ambos. El Psicólogo Peterson narra varias de estas estrategias. Ellos buscan tocar la sensibilidad de ellas haciendo notar que las tienen en cuenta “Oh! Te has hecho algo en el pelo?”, “qué bien te quedan esos jeans”, “dónde compraste ese bolso, es bárbaro”, “escríbelo tu que tienes buena letra”, “te noto diferente hoy”, tratan de conocer sus intereses y automáticamente intentan hacerlos parecer a los de los suyos. Las de ellas son adivinar en qué pueden diferenciarse de las esposas o parejas estables de sus víctimas: son alegres, chistosas, siempre dispuestas a todo lo que ellos propongan, super laboriosas, muestran escotes y curvas, sensualizan los toques, tiene esas atenciones y por qué no, mensajes, llamadas a celulares y muchos mail con su nombre.
En síntesis, “ambos encaran una increíble (en el sentido literal del término) amistad y empiezan a necesitarse hasta para ir al baño”, señala en una de sus anécdotas el distinguido y no por ello menos ocurrente Alfredo Carreiras, el promotor de los estudios en países hispano parlantes. Cualquiera de ambos puede negar esto a ultranza aunque ambos saben en verdad de qué se trata. Cuando las parejas estables de las víctimas observan y se irritan con maniobras de escape, mentiras y demoras, ellos arremeten con irritabilidad, acusaciones y desestimación. Borran mensajes de texto, llamadas y los mails se guardan en otros sitios, llaman desde otros teléfonos y ponen nombres falsos en las agendas.
Por su parte aseguran que en todos los casos cumplir el objetivo (ascender o acomodarse en la carrera) es una necesidad de estas personas que profesan el erotismo para mejorar sus oportunidades sociales, "son almas solas", carentes de afecto verdadero, teóricos de la libertad, exitosos pero incapaces de establecer parejas amorosas estables. Corren tras un vacío y envidian profundamente a quienes lo consiguen. Por ello se desata el gran inconveniente. Si son ellas las intrépidas, comenta Carreiras, esta envidia las lleva a poner a su mecenas en peligro, no tardarán en hacerse conocidas de las parejas estables de ellos, fingirán simpatía y hasta comerán sus ricas tostadas, jugarán con sus hijos y hasta saldrán a festejar el cumple del Jefe. Terminan fastidiando a su contrincante y usarán las más escabrosas estrategias. Lo peor, finaliza diciendo Carreiras, no es una esposa despechada sino una compañera de trabajo/amante ambiciosa y envidiosa.
El éxito de los jefes acaba siendo ser títeres de los/as intrépido/as empleados/as, alumnos/as, secretarios/as y la fortuna de los abogados que ponen las esposas.
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